[Herrería] Conociendo la ciudad (abierta)

Nota: se puede?

Como esperaba Diego, el Eliseo poseía un ambiente bastante tranquilo y humano. No estaba totalmente lleno, pero más o menos la mitad de la barra y las mesas estaban ocupadas con gente bebiendo, cenando o fumando pacíficamente. En las afueras había un pequeño establo y algunos sujetos charlando también. El bartender, un joven rubio y muy energético, los notaría enseguida a ambos vástagos, con una sonrisa y un sutil guiño cómplice.

El bar era bastante liberal, y no requería de reservaciones ni nada por el estilo. Sus inhabitantes eran libres de sentarse donde quisieran sin necesidad de pedir nada, nomas para leer el diario o reencontrarse con viejos amigos. No todos eran comensales así que no destacarían.

El tipo te prepara y sirve tu trago con gracia, y te pasa la copa dejando que se deslice suavemente sobre la mesada hacia tu dirección, con fuerza calculada como para que se frene exactamente sobre tu lugar sin derramar una sola gota. Parece que disfruta su oficio.

- Por supuesto. Es uno de los clientes de la casa. Hoy no contamos con su compañía, si lo buscaba. - Te comenta con agrado mientras seca otra vaso, para servir el próximo trago.

El tipo asiente animado, y continúa sirviendo tragos y charlando con los sujetos de la barra. Parece un sujeto bastante simpático y fácil de caerle bien a cualquiera.

Nota: Perdón, adaptándome a los nuevos horarios

Odesa revisaba el celular y, justo oyó algo que la hizo mirar hacia el bar. En ese momento vio la indirecta del rubio. Guardó el celular dentro de su chaqueta y caminó hacia el bartender aunque, justo este se retiró hacia otro punto.  - ¿Sabes si aquí sirven Bloodymary? Le preguntó a Diego, a sus espaldas. Diego pudo sentir el olor a cigarrillo sumado al olor cítrico de su cabello. Era una mezcla rara, para gustos especiales. 

Lo bueno de ser alta era alcanzar a sentarse en los taburetes sin tener que saltar. -  Es una bebida un poco seca para mí gusto, sin embargo, es aprovechable para el frio de afuera. - Ella sabia que no la beberia y ahi estaba, haciendo tiempo para descifrar con quien hablaba. - Eres asiduo a este lugar? - Puso un codo sobre la barra, dejando la mano alzada, pasando el cigarro de un dedo al otro.

Mientras ella jugaba con el cigarrillo sin encender, a él le gustaba jugar con su fuego. Qué voluntad! - Oh! Fuereño... Es bueno contar con amigos en esta ciudad. Mira el Wisky, la bebida quieta y el vaso intacto. Bonita fachada. - Soy Odesa, Diego. Por cierto, bonito nombre. De origen latino, quizás? Bonito como él, de hecho. Llamativo, incluso para el lugar.
Detiene el cigarrillo y observa el de Diego en plena consumisión. - El secreto está en nunca encenderlo para que el sabor a cenizas no te invada. Vamos, doble sentido. Si fuera vástago captaría el mensaje, sino, sólo creería que está un poco loca, nada más. 

[spoiler] "Debes ser la primer persona que no intenta intimidarme o darme órdenes esta semana." K sat :'( [/spoiler]
Sonrió brevemente. - No, no soy latina. Mi familia es oriunda de Canadá y cuando dejé de cambiar, debí migrar hacia otras ciudades.  Sus padres estarían muertos ya, con suerte. ¿Importaba? Sí, pero siempre trataba de convencerse de que eran cosas de la naturaleza. 

Olió su propio cigarrillo antes de volver a jugar con él. - Los aromas... Son lo único que nos queda, verdad? Y el sabor de la vitae, pero no quería caer en obviedades. 

- No, no soy de la rosa... ¿Parezco una? Sonrió, con intenciones de decir algo inapropiado respecto al clan, pero sin saber sobre la sangre de Diego, era generar enemigos en vano. - Debe ser el parentesco que nuestros ancestros tienen. Tu te ves más digno integrante de su familia de lo que yo lo parezco. 

- Algo así me dijeron. Las voces, claramente, aunque no sería tan explícita con él. - ¿Qué te trajo? A mi me han dicho que los de nuestra sangre no duramos mucho aquí. Quizá sean los sueños o las canciones que nos envían señales... Pero, nadie soporta mucho esta ciudad. De hecho, las voces hissean en vez de hablar y... Cuesta entenderlas. Con suerte, Diego empezaba a entender con quien hablaba. - El resto siempre tuvo más suerte que nosotros. 

Se hace una pausa, tal vez un silencio incómodo, mientras pienso acerca del significado de aquellas palabras. 

- No eres la primera que me lo dice... Lo de la suerte claro, parece que el clan no la tiene fácil en la ciudad, pero desconozco el motivo. Mi clan en cambio goza de ciertos.... privilegios. Pero no dejes que eso se interponga en nuestra relación, por la naturaleza de mi trabajo tengo que permanecer neutral en estas cuestiones, que preocupan a los más viejos. A mi en cambio, me preocupa la seguridad, tanto nuestra como de los humanos. - te digo francamente, dada tu revelación.