[WTC] Del pantano a la gran ciudad

Tras unos rápidos instantes de viaje, las puertas se abren de tu transporte se abren. Una espaciosa y lujosa sala de espera había frente tuyo, adornada de lujosos sillones, expendedoras de café y otros insumos, y mesas de vidrio de baja altura. Casualmente, no había nadie esperando, ni ningún empleado limpiando o controlando el área. La única salida de ese gran hall era la casi monumental puerta doble, que la separaba de la recámara del Príncipe, entreabierta. Tu guardia personal, permanece aguardando al margen, devolviéndote tu privacidad.

- Señor Castle. Adelante. - Escuchas una serena pero imponente voz masculina del otro lado. No estaba gritando, su tono era perfectamente natural y elocuente, pero aún así se escuchaba con perfección pese a la lejanía. La acústica era excelente, pero su voz también tenía algo único, algo que hacía muy difícil de ignorarla aunque se tratase de un mero susurro.

Atravesando las grandes puertas, está el enorme habitáculo donde la inconfundible figura del Príncipe aguarda. Nunca lo habías visto antes, pero no dudas de que sea él. Su imagen es realmente imponente, bella e intimidante, como la de un gran líder, e inevitablemente acapara toda tu atención. Un hombre realmente alto, corpulento y formalmente vestido, casi sobrepasando los dos metros.

Él te espera al fondo de la misma, firmemente de pie con una postura perfecta, por delante de un gran mirador al Barrio Francés de Nueva Orleans. El lugar era amplio y muy alto, y el espacio totalmente libre. Unos pocos muebles y obras de arte enmarcaban sutilmente las paredes, y por bellos que fuesen, eran nada al lado de la imagen de Marcel.

Sus vestiduras, como todo Sangre Azul, eran más que elegantes y a medida. Su corpulencia no hacía más que aportar cierto valor intimidatorio a su casi perfecta imagen, sumado a una tonalidad de piel un poco más pálida de lo que podría considerarse humanamente sano.

- Su Alteza, para usted. - Te corrige de manera altiva, con un tono calmo pero implícitamente fuerte a su vez. Su postura firme permaneció inmutable, con ambos brazos cruzados tras su espalda, ignorando el ofrecimiento de tu mano. Su imagen, de cerca, era muy poderosa y casi imposible de ignorar. Hasta sus más sutiles gestos parecían capaces de producir una gran conmoción hacia cualquier interlocutor. Era esa sensación casi indescriptible, que realmente te hacían sentir que te parabas frente a un verdadero rey por derecho divino.

- No obstante, poco tiene que temer de mi. Siempre y cuando posea sus manos limpias, sin nada que ocultar. - Continúa con palabras elegantes y tranquilizadoras. Mas sus ojos te atrapaban, con una mirada que parecía juzgar cada uno de tus movimientos.

- Entiendo que ustedes, los Gangrel, están más... Acostumbrados, a su vida salvaje. Y éstos protocolos sólo resulten en un dolor de cabeza para usted. - Expresa a modo de preámbulo el Príncipe, desviando un poco su mirada y también sus pasos.

- No le impediré que goce de la misma. Pero es necesario comprenda la importancia de esta Tradición. Mientras se encuentre dentro de mi ciudad, y en nuestros sagrados Eliseos, será infaltable que respete cada una de las Tradiciones y Autoridades de la ciudad ¿Estoy siendo claro, señor Castle? - Impone con algo más de severidad, dejando en claro los términos y condiciones. En las afueras, eras libre de ser. Pero mientras estés en la ciudad, deberías comportarte como todos los demás, guste o no.

- Por otro lado... Su lugar será para con el Algucil, aparentemente. Siempre y cuando se adhiera a nuestras reglas y costumbres, se le permitirá residir. Sin embargo, sepa usted que sólo está en manos de Meyer, el veredicto final de si se le otorgará la permanencia o no. - Establece por último.

- Esa es una actitud que lo llevará a buen puerto, en esta ciudad. Espero sepa conservarla, con más que palabras, joven Castle. - Manifiesta de forma elocuente ante tu muestra de compromiso, valorándola. Pero también insinuando que sería juzgada con el correr de las noches.

- Le notificaré al Alguacil de su llegada, para así poder concertar una cita cuánto antes. Él lo llamará, llegada la fecha. Mientras tanto, es libre de establecerse. Estoy seguro que alguien como usted sabrá cómo encontrarse con los demás hermanos de su Clan, y las precauciones a la hora de moverse por su territorio... - Asume, aunque con un ligero aire interrogativo y una ceja arqueada, dejando una oportunidad en caso de que en realidad no sepas de las mismas.

El Ventrue muestra la palma de su mano derecha en señal de alto, o despreocupación, llegando a interrumpir tus últimas dos o tres palabras.

- No es necesario revele tal información, joven Castle. La privacidad del refugio de cada vástago es un derecho que bajo mi Principado, ha de ser respetado. Dicho esto, usted es libre de hacer uso del mismo o no. Tan sólo le aconsejo, tenga cuidado de no hacerlo. - Expresa con cierta benevolencia Marcel, dándote la oportunidad de dejar la ubicación de tu lecho en secreto, si querías.

- Mientras permanezca aquí, es menester que esté al tanto de otras normas, no obstante. Además de las Tradiciones, que deberán ser sumamente respetadas en todo momento y lugar... Ha de saber que se encuentra estrictamente prohibido, alimentarse de todo miembro del clero o la policía en la ciudad, o de cualquier ser humano dentro del distrito de Gentilly. - Sentencia por último, pero no menos importante.

Asiente lentamente, en señal de aprobación.

- Muy bien, joven Castle... Es libre de retirarse y residir temporalmente en la ciudad. Así como gozar de la protección que ofrecen cada uno de nuestros Eliseos. Si me permite un contacto, le indicaré a uno de nuestros secretarios que le facilite la información de los mismos. - Son sus últimas palabras para dar pie a la finalización de la presentación. Si no poseías mayores inquietudes, claro.

El Ventrue con un noble gesto te despide, dando libre paso a tu retirada.

De vuelta al ascensor te aguardaría tu escolta personal, quién te guiaría seguramente hasta la vieja cabina para poder devolverte cuidadosamente todas tus pertenencias. Hecho esto, eras libre de retirarte.

No serían sino un par de noches después, que te llegaría la notificación de que tu cita con el Alguacil sería concertada en la semana entrante. Además de la información que se te había prometido. El encuentro sería nuevamente aquí en el WTC, aunque la oficina del Alguacil Meyer quedaba varios pisos más abajo de la cúspide donde el Principe.

Podemos considerar esta escena concluída. Cuando quieras, puedes abrir una nueva para ir a encontrarte con el Alguacil. Conociendo ya el protocolo de seguridad, puedes saltar y dar por hecha esa parte.