[Hotel Orleans Burbon] Alex Dimet (Abierta)

La miro atento, sonrío por un momento y le digo:  -Busco a la señora Karen, mi nombre es Alex Dimet, dígale que vengo de las oficinas del WTC. Gracias. Espero la respuesta de la mujer y también espero no importunar a la primogen con mi presencia. 

Y no mucho tarda en hacerse aparecer la imagen de la Primogénita. Cómo dudar que se trataba de ella, cuando su aspecto era más inhumano que probablemente cualquier vástago que hayas visto antes, incluso en otras sectas.

Era una mujer realmente alta y delgada, ostentaba un lujoso y lúgubre vestido negro como su cabello. Con cada paso que daba no puedes evitar sentir un fuerte escalofrío, que eventualmente se transforma en miedo ahora que están cara a cara. Aquella dama, probablemente en vida hubiese sido una mujer realmente hermosa, pero ahora ni el más inocente humano sería capaz de reconocerla como tal. Esta mujer no podía confundirse con una humana ni ante el más ignorante entre el ganado, tenía el aspecto de un completo monstruo. Su cadavérica piel, totalmente carente de color, apenas cubría los huesos de su rostro y cuerpo, totalmente sombrío y siniestro.

- Dimet... Veo que ha finalmente ha decidido a presentarse ante su verdadera ama. - Te recibe mirándote desde arriba con áspera arrogancia y superioridad. Notas que sus colmillos están completamente fuera al hablar, y sus ojos abiertos de par en par no dejan de mirarte sin parpadear en absoluto, como si de una serpiente se tratase. Era realmente inquietante.

- Déjeme decirle que ha tomado la decisión correcta, Dimet. Veo que es un neonato sabio, decidido a ser más que un esclavo de Marcel. Créame, yo puedo ofrecerle mucho más. - Habla con palabras filosas, e incluso con cierta superioridad por sobre la del Príncipe. Sus palabras suenan tan temibles y tentadoras como su demoníaco aspecto.

- Pero dudo mucho que usted haya llegado aquí por palabra de Guilbeau ¿No es así? - Pregunta con cierto desdén, mientras se acomoda su lacia cabellera, con su fría mirada fija en ti.

- ¿Y qué estaría dispuesto a hacer, por su Primogénita, Dimet? Dígame... ¿Hasta dónde llegan sus ambiciones? - Pregunta con una diabólica mirada, que parecía capaz de paralizar a cualquiera... ¿Qué tanto peso tendrían las palabras del neonato? Se la ve muy interesada en tí.

Una pequeña y maléfica sonrisa se dibuja en su rostro al escuchar tus palabras. Se veía complacida.

- Yo soy una dama de poder, Dimet... Y a diferencia de Marcel, no tengo reparos en ofrecer parte de mi poder a aquellos lacayos que sepan demostrar su lealtad. Hacia mi. - Enfatizando su persona en esa última y tajante oración. Dejando en claro que hablaba de lealtad hacia ella, y no hacia el Clan.

- La descendencia de Marcel intentará utilizarlo, convencerlo, de que es su obligación servir a su familia, que ellos son el Clan, la Torre. - Refiriéndose a tales hechos como totales falacias. - Pero créame, no necesita ser su esclavo para permanecer en esta ciudad. Cualquier vástago bajo mi protección, es intocable. - Asegura con firmeza y fuerte filo en su lengua. Su boca colmilluda y su aterrador aspecto no parecían ayudar sino a enfatizar más sus diferencias con el linaje del Príncipe.

- En efecto. - Contesta fríamente como una serpiente. Luego comienza a dar unos lentos pasas a un costado, con una postura perfectamente recta.

- Dígame ¿Conoce usted a Cambridge, Josua? - Pregunta de manera directa.

- Es un joven Toreador. Uno despreciable, a diferencia de las otras bellísimas rosas que habitan en nuestro Dominio. - Su rostro se torna en uno de repulsión al decir esto, mostrando un claro desprecio hacia el sujeto.

- El pobre esclavo de Marcel se refugia en su misma Casa, junto a él y sus dos chiquillos. No es más que una sabandija escurridiza, y el mismo Príncipe lo sabe. Por eso la mantiene enjaulada en su lugar. - Te cuenta con total desdén, casi como si no fuera un ser humano de quién estuviese hablando.

Luego voltea hacia a ti nuevamente, sus abiertísimos ojos mirándote fijamente.

- Quiero que vaya, y se gane su confianza. Que averigüe dónde el Príncipe esconde sus tan preciadas 'obras'... - Sus palabras eran tan directas que poco se diferenciaban de una poderosa orden de Dominación, pero no lo eran. Mas, diciendo 'obras' con total sarcasmo.

- No espero menos. - Dice arrogantemente mientras se recoge su negro cabello hacia atrás con una mano.

- Para que vea que soy una ama generosa... Lo estaré esperando con un recipiente listo para usted cuando regrese. Dígame ¿Cómo prefiere su comida? - Ofrece con áspera generosidad tras pensarlo un tiempo.

- Por ahora, sólo manténgase vivo. Me es más útil así. - Son sus frías palabras, en señal de tu liberación, mas tampoco te estaba echando. Se la veía conforme con tu predisposición hasta ahora.

Si todo lo que esta mujer me está señalando tal vez el poder del Príncipe no sea tan absoluto, sin embargo los clanes de choque lo apoyan y eso es bastante fuerza, sin embargo más de una vez he visto a la pluma vencer a la espada. Veremos como evoluciona esto y en su momento elegiré un bando.  -Ya veo... El clan de la rosa ha hecho mucho por nuestra Torre, es extraño que haya un distanciamiento entre el principado y ellos. Y más aún una enemistad directa y marginación. ¿Tal vez un movimiento por parte de algún vástago del clan toreador creó estas rencillas? Estoy especulando; pero me parece sumamente fuera de lo usual... Por otro lado la influencia nosferatu y el poderío de los Brujah...Sin dejar nada atrás a los tremere le dan una ventaja en caso de un ataque directo. Aunque si los Gangrel son agentes libres... pues se nivela el terreno por bastante... Termino mi discurso el cual digo en voz alta más para aclarar las cosas para mi mismo que para cualquier otra cosa. -Bien mi señora haré lo que me pide, a la brevedad posible daré con los objetos que me solicita.