[Biblioteca Hubbell] Recuerdos del Sire (Abierto)

Los pasos de Tommy lo llevaron al Algiers Point, esta vez al ex tribunal que ahora funcionaba como una de las más modernas bibliotecas de la ciudad. Su fachada conservaba el tono clásico, y como tal no contaba con el diseño más apropiado para gozar de apoyo y medidas de escape, en lo que a seguridad refiere. Pero por dentro, era tan espaciosa y colorido como todo edificio contemporáneo. Con tantas refacciones probablemente sea difícil que el tribunal vuelva a funcionar como tal, ya que por dentro uno jamás se lo imaginaría así.

Como toda librería, predomina un ambiente tranquilo y silencioso, y pese a la amplitud la gente deambulando es poca. Tal vez sea la hora. Tus pasos resonaban en medio del mudo clima, y efectivamente aguarda una joven mujer en una mesa de control, que nota muy atenta tu llegada y te escucha.

- Oh... C-Claro, e-este... A ver, deme un segundo. - Responde algo nerviosa, quizás era una petición extraña, tal vez no. Duda un poco, pero tras indicarte que aguardes se retira hacia un pasillo trasero con ansiedad. Notas que tarda sus buenos minutos en regresar. - D-De casualidad... ¿Usted es el caballero Quinn? - Pregunta algo temerosa, a espera de tu confirmación. Pero pronto recae que tal dato, ya estaba confirmado.

- L-Lo siento. El señor Colville dijo que pase. P-Por aquí. - Se autointerrumpe, aún algo nerviosa e incómoda. Tras esto ella se desplaza para enseñarte y abrirte el pasillo que conducía a una sala privada y restringida de la biblioteca, probablemente administrativa.

Dentro había una sala, una suerte de gran oficina, llena de estantes y libros más protegidos con puertas vidriadas. También habían guardados una gran variedad de artefactos como planos y mapas viejos, algunos globos terráqueos y artefactos antiguos; y aunque estaban en un lugar de guardado y casi de tirado, se los veía libres de polvo y bien ordenados.

La luz era controlada, y un sujeto adulto vestido con un saco desajustado y algo desprolijo se encontraba sentado en un antiguo sillón, totalmente compenetrado en el contenido de un libro bastante grande que reposaba entre sus manos. Se lo veía bastante humano, pero era el único residente en la sala, y claramente se alarma al escuchar tu llegada...

Bueno, la verdad era que tras adentrarse en la sala, el Ancillae no estaba del todo sólo. Había una muchacha de cabello corto y muy jovencita y dudosa mayoría de edad, vestida de camisa blanca y semirecostada sobre un largo sillón en la esquina más apartada. Se encontraba mirando el techo, aparentemente escuchando algo con unos auriculares. No parece haberte notado.

La sala, parece una gran oficina y a su vez, gran espacio de guardado. Se observan numerosos muebles, libros, mapas, planetarios, fotografías antiguas, pergaminos, escritos a mano... Seguramente miles de objetos relacionados con la historia, la literatura, psicología, geografía y cientos de ramas... Muchos de los elementos que debieron pertenecer a la biblioteca original, y no encontraron un sitio público en la nueva Hubbell, por algún que otro motivo. Lo que sí notas, es un hermoso patrón, ya que todo parece estar minuciosa y prolijamente ordenado, y en perfecto estado. Todo lo contrario a la mugre que suelen ser este tipo de depósitos. Es un placer visual, y un alivio para todo fanático de estas cosas, ver que está en buen cuidado y buenas manos.

- N-No, no. Para nada. Para nada. - Se excusa muy preocupado por dar una imagen apropiado. Observa su postura, su lenguaje corporal, y los acomoda conforme a una recepción más hospitalaria. Luego se asegura de que ambos tengan un asiento cómodo. Por supuesto, en todo este tiempo posiblemente tú ya lo habías encontrado, así que él se dispone a acomodar el suyo para quedar enfrentados y generar un ámbito adecuado para su conversación. Muy minuciosamente.

- Nuevamente, disculpe mi descortesía. Siempre es un gusto recibir a un hermano nuevo del clan ¿Sabe? No somos mucho por aquí. - Te comenta, algo apenado y en voz baja, como si fuese un secreto o un chisme, para luego continuar hablando en un tono adecuado y educado. Luego guardó abruptamente silencio. Tal vez no fue la frase más indicada, la última, para hacer sentir confortable a su invitado.

La niña, parecía estar abstraída de todo, y Michael tiene su total y absoluta atención en ti.

- Sí, sí, en efecto. Lo mismo digo. - Asiente energéticamente, compartiendo el gusto de un nuevo hermano. Pero rápidamente se detiene.

- Nada debería sorprenderle. La no vida que nos rodea siempre estará llena de misterios para nosotros. Siempre... - Responde levantando ambos dedos índices, con calma, y cierta ambiguedad. Hasta ahí. No era el momento de irse por las ramas con ese tema. - La realidad, es que los únicos residentes somos mi chiquilla, Jenny, y yo. - Señalando noblemente con su mano a la joven al fondo de la sala, y luego a su persona, su pecho precisamente. - No se preocupe mucho por ella. Aún es tan sólo una novata. - Aclara humildemente, esperando su presencia no resultase incomodidad alguna. Aún dependía totalmente de él.

En cuánto a la segunda pregunta, te pediré que hagas una Tirada Social. Te pemritiré elaborarla tú en base a lo que consideres se adeqúe coherentemente a tu narración, pero si no te animas, una tirada que me parece apropiada sería Carisma + Etiqueta.

- Verás... Si... Definitivamente, creo que hay algo. Algo... Algo aquí que ahuyenta a los más jóvenes, a los que se atreven a acercarse por mucho tiempo. Está en el aire, en el mar, en las voces... Las llamadas... Dime, Tom ¿Ya has sentido lo que transmite la Urdimbre en estas tierras? - Te pregunta en voz baja, como si alguien no debiera oír. Estando prácticamente solos.

- Puede ser... Puede ser... He escuchado que a todos se le puede manifestar en una forma diferente. - Dice pensando, con su mirada fija en la nada, más para sí que para tí.

- Tus nociones no están del todo erróneas, Tommy. Definitivamente hay algo que hace vibrar los cimientos de esta ciudad, yo también he podido sentirlo. Seguramente todos, en algún punto. No es un mensaje alentador. Muchos de nuestros primos lo saben, por eso muchos de nuestros primos se van. - Señala, reafirmando su punto y haciendo fuertes énfasis en sus palabras, como si resultasen difíciles de creer.

- Oh, lo siento, lo siento. La Urdimbre... - Se disculpa abruptamente y repara más en tu pregunta. Se queda meditando, con la mano apoyada en su mentón y su mirada hacia un lado, pensando fuertemente en cómo explicártelo mejor. Llegado un punto, reacciona. - Dime. Digo, cuéntame... ¿Alguna vez te ha sucedido, de escuchar voces... Palabras que no provienen voluntariamente de tu cabeza? O no necesariamente una voz... Pero la sensación de un llamado, un mensaje ¿Nunca has sentido que llegaste a alguna conclusión o revelación, sin la necesidad de haberte detenido y replanteado el motivo? - Te responde, hablando de manera introspectiva, con otras preguntas. Sonaba como si se tratasen de cosas muy puntuales, claras de percibir, innegables.

- Sí... Sí... En efecto. No puede ser otra cosa... - Asegura, muy, muy, muy convencido.

- Las voces... Los mensajes aquí. Pueden llegar a ser realmente aterradores. No cualquiera puede soportarlo. - Señala con intensidad en sus manos, aún convencido de su propia teoría.

- Es... Es posible, sí. Todos podemos captar éstas señales, está en nuestra sangre. Nuestra propia sangre. Sólo es cuestión de aprender a ajustar la sintonía. - Te explica, como si de una radio se tratase. Era una capacidad que se podía desarrollar, un músculo más que se entrena.

Puedes intentar una nueva Tirada Social junto con tu siguiente diálogo. Estoy teniendo en cuenta tu tirada exitosa anterior. Considerarlo más como una tirada extendida que a un reemplazo.

- No siempre fuimos... Sólo nosotros. Uriah solía ser una presencia importante del Clan. Muchos otros... Han ido y venido, esporádicamente. Nadie se queda por mucho. - Te relata compenetrado en el asunto. - Quizás... Quizás... Muchas teorías son posibles. Aún no quisiera contaminar tu percepción con mis preceptos, no. No sería correcto. Las ideas y los prejuicios pueden terminar alterando sino creando sus propios mensajes. Hasta que logres percibir las señales por ti mismo... - Comienza hablando, y luego pensando en voz alta, con un tono cada vez más bajo y perdido al igual que si mirada.

Ante tu segunda pregunta, se queda divagando un rato.

- Confiar... La confianza... Un término complicado, raro de oír, entre la estirpe. No, no creo poseer una relación de confianza con ningún vástago en particular. Tampoco desconfianza. Los vástagos, simplemente son. - Responde muy abstracto, dando a entender que tales temas como el status o la política de los clanes, le resultaba esquivo a un hombre como él.

- Podría... Podría... Creo que podría. Aunque aún me son desconocidas mis capacidades como maestro en este espectro. O las suyas como alumno. - Considerando tu petición, aparentemente dispuesto a intentarlo.

- No... No... No es eso. Espero no haya sido eso. - Se autocorrige, mas inmediatamente descarta ese pensamiento de su cabeza. - Uriah se exilió a si mismo de la ciudad hace mucho. Fue su propia decisión. Una pena, realmente, era un gran colega. Pero yo no soy quién para detenerlo. - Contesta con cierto lamento, respetando aún la decisión del vástago.

- No hay de qué, no hay de qué. Siempre es un placer recibir a un nuevo primo. Sólo... Asegúrese de no irse. Quiero decir, espero los oscuros mensajes y visiones de la Urdimbre, no le afecten de manera tan atroz, como a tantos otros de nuestros primos. - Se autocorrige, para sonar más acorde a sus buenos deseos. Sí, esa combinación de palabras sonaba mejor que la primera. No quería que nada se malinterprete.

- Esperemos. En el peor de los casos, recuerde que se trata de sólo mensajes, señales. Por mucho que lo parezca, recuerde no confundirlo con la realidad. - Aconseja, con palabras de cordura, en el peor de los casos. Cada quién podía reaccionar diferente ante su primera vez, pero si Quinn ya estaba preparado, nada debería asustarlo demasiado.

- Igualmente, igualmente. Puede visitarme cuando quiera. Veré si puedo encontrar... Algo, si es que tengo, para ayudarlo. - Se despide tan correctamente como puede, pensando luego... ¿Alguno de sus libros de psicología podría ayudar al chiquillo?