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Post by Manfred Van Houten on Feb 5, 2020 21:24:34 GMT -3
"En amor, sólo el principio es maravilloso. Por eso encontramos tanto placer en volver a comenzar de nuevo." (Príncipe Carlos José de Ligne) No eran muchos los que apreciaban la habilidad y voluntad de cambiar de atuendo rápidamente en el automóvil. Muchos menos aquellos que debían hacerlo. Los sacrificios a los que su posición lo sometían eran muchos. Tediosos, innecesarios, incómodos y un sin fin de cualidades más que hacían que, por lo absurdo, fueran pocos aquellos que se regían por su tiranía. Pero claro, él simplemente no podía permitirse ir a dos sitios con el mismo cambio de ropa. Para él, no entraba en la cabeza de nadie tal locura.
Llegó temprano a su cita con el príncipe. Por suerte, demasiado temprano. Vestido con una camisa púrpura ligeramente brillante con un par de botones sin abotonar, una corbata blanca muy delgada que llevaba bastante suelta, un chaleco gris que parecía estar abierto pero se le pegaba tanto al cuerpo que parecía estar abotonado, un sombrero gris, del mismo tono que su chaleco, de ala angosta con una banda del mismo color que su camisa y un pantalón de jean azul, con varios cortes y adornos, de la última colección de Bérénice Bélanger, hecho a su medida para resaltar las bondades de lo que la diseñadora llamaba "su hermoso trasero".
Como un niño ansioso se acercó a la fuente y le dio una vuelta. Tomó tres fotos de la fuente y volvió a darle una vuelta. Imaginando que no habría un espectáculo de luces y música, aprovechó para acercarse y tomarse una selfi. Una última vuelta a la fuente lo llevó a tomarse dos más, por si la primera no había sido lo suficientemente espectacular.
Habiendo quemado varios minutos en la plaza decidió que era tiempo de comenzar la reunión. Dependiendo la burocracia que le pusieran en la entrada llegaría entre tres y seis minutos tarde, lo justo para que su accionar sea protocolarmente correcto.
—Allô! —saludó en la recepción, para luego agregar con un cautivador acento francés. —Monsieur Guilbeau, me espera.
Sin aguardar una respuesta se acercó a un espejo para admirar su belleza. Su corbata estaba bien, el sombrero tenía la inclinación correcta, el pantalón le quedaba como un guante y el chaleco caía como debía hacerlo cualquier prenda confeccionada a medida. Buscó su teléfono móvil y volteó a mirar hacia la recepción.
—¿Tiene la clave del wifi? —preguntó, regalando una sonrisa encantadora.
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Zero
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Post by Zero on Feb 6, 2020 0:16:39 GMT -3
- La red es pública. Puede usarla con confianza. - Te sonríe una de las damas, muy prolija, atendiendo en la mesa de recepción a la par que revisa un gran listado de agendas en su tablet. Hasta dar con la fecha y hora que correspondía.
- Manfred Van Houten ¿No es así? - Pregunta, en pos de confirmación, amablemente. - El Señor Guilbeau lo espera en la última planta. Su cita tiene lugar dentro de... Diez minutos. - Te explica cortésmente. - Uno de nuestros empleados lo escoltará, mientras tanto. Que tenga un buen día.
Pasados unos minutos, uno de los agentes del cuerpo de seguridad se te acerca, con pasos muy medidos y profesionales, indicándote tan sólo con un gesto que lo siguieras. El paquete de elevadores estaba a la vista, pero antes te conduce hacia una esquina donde se encuentra una cabina de seguridad translúcida. Indicándote que accedieras dentro, en donde no habían más que ustedes dos y una serie de casilleros, el hombre examinaría todo tu cuerpo y pertenencias (Si se lo permites) en busca de confiscar cualquier objeto potencialmente peligroso.
A menos que tuvieras algún inconveniente con el procedimiento, tu siguiente parada sería la sala de espera en la última planta.
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Post by Manfred Van Houten on Feb 6, 2020 0:43:20 GMT -3
—Thank you, daaarling. —respondió estirando la a, para luego conectarse a la red y ver con qué se encontraba. Asiente sin prestarle mucha atención a la mujer. De momento, la pantalla de su móvil requería toda su concentración. Sin embargo le levantó el pulgar y le sonrió, mirándola brevemente por el espejo que tenía frente a él.
Cuando llegó el momento de ser escoltado vio con espanto como solo le hacían una seña. Sus labios se separaron y su boca se abrió dejando escapar un sonido seco que mostró su disgusto por la actitud del guardia.
—Caballero, de donde vengo las señas son solo para las mascotas adiestradas. —sentenció con severidad, pero manteniendo cierta amabilidad, dejando claro que no intentaba intimidarlo, solo pretendía educarlo.
Se quitó el reloj, las tres pulseras que llevaba en la mano contraria y el teléfono móvil. Ya llevaba las mangas de la camisa arremangadas, y el pantalón no dejaba casi nada a la imaginación, por lo que se veía claramente que no llevaba nada más que eso encima. Al entregarle sus objetos personales también se quitó la goma de mascar de la boca y se la entregó, pegada a la pantalla de su móvil, sobre el botón para prenderlo. Le dedicó una sonrisa y se metió en el elevador.
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Zero
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Post by Zero on Feb 6, 2020 15:40:22 GMT -3
El guardia personal mantiene su expresión de piedra y silencio, demostrando una actitud profesional típica de su oficio. Te escolta hasta el interior del elevador, y ahorrándote el presionar de la última planta. Eran casi unas cuarenta plantas, pero sube increíblemente rápido y con una estabilidad que no te genera vértigo en lo más mínimo. En un minuto, las puertas se abren a una lujosa y longitudinal sala de espera.
Tu escolta permanece dentro, extendiendo su brazo en señal de adelante, dejándote libre ahora. Habían unas mesas de café, sillones y expendedoras en el habitáculo de espera, y no más que una doble puerta rematando al final. Un minuto antes de la hora precisa de la cita, ves que sale un mayordomo de la misma, y en su camino hacia el elevador se cruza contigo.
- El maestro Guilbeau ya se encuentra libre, joven. Puede pasar. - Te indica educadamente mientras pasa. Era un hombre mayor, pero con mucha vitalidad en su cuerpo.
Las puertas entreabiertas hacia la recámara del Príncipe aguardaban, junto con el mismo en persona, seguramente.
Atravesando las grandes puertas, está el enorme habitáculo donde la inconfundible figura del Príncipe aguarda. Nunca lo habías visto antes, pero no dudas de que sea él. Su imagen es realmente imponente, bella e intimidante, como la de un gran líder, e inevitablemente acapara toda tu atención. Un hombre realmente alto, corpulento y formalmente vestido, casi sobrepasando los dos metros.
Él espera al fondo de la misma, firmemente de pie con una postura perfecta, apreciando la gran vista que le otorgaba un gran mirador al Barrio Francés de Nueva Orleans. El lugar era amplio y muy alto, y el espacio totalmente libre. Unos pocos muebles y obras de arte enmarcaban sutilmente las paredes, y por bellos que fuesen, eran nada al lado de la imagen de Marcel.
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Post by Manfred Van Houten on Feb 6, 2020 23:21:03 GMT -3
Cuando las puertas del elevador se cerraron se volteó para mirarse al espejo. Se quitó el sombrero y acomodó su cabello, mechón por mechón, hasta que estuvo conforme para luego acomodarlo un poco más. Todo el trayecto lo hizo silbando su propia música de elevador, costumbre que había adquirido en los edificios antiguos que habitó durante su época de estudiante.
Con el sombrero en sus manos salió del elevador nueve segundos después de que el indicador de puertas abiertas sonara. Apenado por tener que abandonar su reflejo se volteó y vio al anciano que se arrimaba a paso seguro. Se llevó su sombrero al pecho y le sonrió.
—Muchas gracias, caballero, es muy amable. —respondió a lo que le había sonado como un cumplido.
Nueva ciudad, nuevo príncipe. Aprovechó su caminata para examinar rápidamente la sala. La decoración no llamó mucho su atención. Sin embargo sí lo hizo el enorme cainita que tenía frente a él. Al llegar a la distancia que solía considerarse apropiada le dedicó una medida reverencia. Lo miró a los ojos, tal como había sido instruido durante el breve tiempo que duró su educación como chiquillo, y se mantuvo en silencio, esperando que el príncipe le diera permiso de hablar. Su semblante era serio, no estaba allí para hacer bromas, cosa muy poco habitual en él.
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Zero
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Post by Zero on Feb 7, 2020 0:35:55 GMT -3
- Señor Van Houten ¿No es así? - Te recibe una noble y controlada voz, que gracias a la acústica del ambiente se oía con perfecta claridad.
Entonces voltea para mirar completamente hacia ti, con todo su cuerpo. Da unos contados pasos hacia delante, sin alejarse mucho de los bordes de la sala. - Adelante. Puede ponerse de pie. - Te invita cortésmente a acercarte, y también a tomar la palabra con su elegante lenguaje corporal. Era un hombre muy educado, se notaba en cada uno de sus movimientos por mínimos que fuesen... Pero Marcel tenía ese algo que hacía resaltar todo aún mucho más.
Tú sabes lo que es, porque es una sensación totalmente familiar para tu persona. Lo has sentido no sólo entre los más refinados miembros de tu Clan, pero sobretodo cada vez que te deleitas con tu propia imagen. Era la poderosa Presencia de la que tú también gozabas e inevitablemente hacía que todo gesto fuera mucho más llamativo. Pero puede que sea la primera, o una de las pocas ocasiones, que ves una tan majestuosa de cerca.
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Post by Manfred Van Houten on Feb 7, 2020 1:12:28 GMT -3
Estrujó levemente su sombrero, para eso lo había llevado. Tal como se lo había indicado se acercó sin perder detalle de cada gesto que Marcel hacía.
—Buenas noches, alteza. —comenzó, hablando de forma similar a la del príncipe. —Agradezco humildemente que me permita tomar unos minutos de su tiempo a fin de honrar las tradiciones que nos protegen y gobiernan.
Sonrió con medida cortesía. Llevó su sombrero a su pecho y continuó.
—Este miembro del clan de la rosa se presenta ante usted, cumpliendo con la quinta tradición, con el propósito de que se le permita residir, en principio de forma temporaria, en su dominio. Su ciudad. —dijo, haciendo énfasis en la palabra "su".
Asintió y esperó una respuesta. No sabía qué esperar del príncipe, no había escuchado nada de él. O, de haberlo hecho, no lo recordaba. Lo que tenía casi seguro, por lo que había visto hasta el momento, era que estaba frente a una figura que no iba a poder ignorar durante su estancia.
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Zero
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Post by Zero on Feb 7, 2020 19:20:03 GMT -3
- Veo que usted ya ha sido educado en la cultura de nuestra noble Secta, y sus honorables Tradiciones ¿No es así? - Expresa, ligeramente complacido con tus modales, mas era una pregunta obligada a realizar en su posición.
- El Alguacil me ha informado acerca de su llegada. Será su autoridad, y no la mía, quién defina si su residencia será aprobada o no. - Sentencia mostrando la otra cara de su moneda, una mucho más rígida y seria. Era imponente. - Mientras tanto, y siempre y cuando se adhiera a todas nuestras leyes, se le será permitido residir. - Aclara, retomando un tomo más calmo y cortés.
- Pero, dígame, señor Van Houten... ¿Qué lo lleva a un hombre como usted a residir en Nueva Orleans? ¿He de creer que un miembro de su Clan ha llegado con el mero fin de colaborar con nuestra soberanía? - Pregunta tras una pausa, en una forma eocuente y conversadora. Aunque detrás de toda esa educación y carisma, era notoria su elegante agresión pasiva ante la mala reputación de su Clan, con un ligero tono descreído.
Mientras continúas hablando, puedes ir dejando una tirada general de Carisma + Etiqueta, a ver qué tan buena es la impresión que va dejando el Toreador durante la presentación.
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Post by Manfred Van Houten on Feb 7, 2020 20:03:19 GMT -3
Asintió y volvió a estrujar su sombrero. —Así es, alteza. —confirmó de forma breve, aunque obligada, por si se tratase de una pregunta retórica.
Quedar en manos del alguacil podía resultar de lo más peligroso para alguien como él. Durante toda su vida y gran parte de su no-vida había evitado la violencia. Lo más cercano lo sufrió durante sus años más mozos, víctima del bullying de sus compañeros de estudios. Recién al llegar a los Estados Unidos recibió una breve instrucción en armas de fuego, durante su estadía en la ciudad de Las Vegas. No obstante no pareció intimidado por la idea de quedar bajo el pulgar del alguacil.
—La música, en principio. Y cierto misterio, o mística, que se asocia con la ciudad. La ciudad de New York no tiene corazón. Es fría y distante. Espero encontrar algo diferente. Busco algo diferente. —explicó hablando con su corazón. De poder ruborizarse lo hubiese hecho, sabía lo cursi que eso podía sonar para un ser cínico, como solían ser los más antiguos miembros de la estirpe.
—En cuanto al comentario sobre mi clan, no sé a qué se refiere. —admitió, visiblemente confundido. —Tal vez estoy mal informado, pero creí que había presencia del clan en la ciudad. ¿No es así? —consultó con temor por lo que podía encontrar. Carisma + Etiqueta: 1m9RqJvv5d105d10
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Zero
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Post by Zero on Feb 7, 2020 20:58:12 GMT -3
- En efecto, su Clan es uno muy presente dentro de nuestro Dominio. Mas no dentro de los cargos que este último requiere, para ser mantenido de una manera estable y segura. - Responde tu pregunta, dándole un gran peso a su sentencia final. Era claro que la colaboración era algo que pesaba mucho en el juicio del Príncipe.
Tras ello da lugar a una nueva pausa, en la que te observa, con la mirada de todo un juez.
- Usted parece un buen vástago, joven Van Houten. Espero usted termine demostrando ser un miembro diferente dentro de su Sangre, y no otro dispuesto a perpetuar su mala reputación. - Dictamina con un tono benevolente, y una reacción positiva ante tu presentación. Pero sin dejar de recordarte, había una vara de la cuál no debías bajar, si querías mantener esa imagen.
- Estoy seguro de que encontrará algo muy diferente en esta bella ciudad. Nueva Orleans es la cuna de la música y el arte visual, para muchos de sus hermanos. Mas debo sugerirle, apartar toda curiosidad de la zona de los parques y reservas naturales, puesto que los mismos son territorio de los Lupinos. - Comenta, aprovechando para remarcar una advertencia importante que si bien no era ley, era clave para tu supervivencia.
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Post by Manfred Van Houten on Feb 7, 2020 21:38:22 GMT -3
No supo muy bien a qué se refería con eso. Supuso que sería el primer Toreador que estaría trabajando para el alguacil a fin de mantener la estabilidad del Dominio. Tal vez había otras sectas en la ciudad y su clan no hacía nada para asistir a la Camarilla. Sea una u otra, sintió la necesidad de hacer algo al respecto. Tal vez de esa manera callaría a varios que en Paris lo habían marcado como inmaduro, estúpido e indeseable.
—Si me permite, y tiene a bien ponerme en contacto con el primogénito, me esforzaré para rectificar esta situación. —le dijo mostrando compromiso.
Con un leve gesto agradeció el cumplido y el consejo. Todo lo que sabía sobre los lupinos era aterrador. Si había rumores sobre alguno cerca, echaría a correr en dirección contraria, tener la certeza de su existencia en partes de la ciudad o sus cercanías, prácticamente, garantizaba que haría lo necesario para no poner un píe cerca de esas zonas.
—¿Hay alguna otra ley que deba conocer? —preguntó para aclarar de forma inmediata. —Además de las tradiciones y las buenas costumbres, por supuesto.
Sonrió, visiblemente nervioso, estrujando su sombrero por tercera vez. Varias de las ciudades que había visitado tenían leyes locales a fin de evitar pisar sobre los negocios del príncipe.
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Zero
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Post by Zero on Feb 8, 2020 2:03:31 GMT -3
- Su Clan carece de dicho puesto, mas creo que encontrará con facilidad a sus hermanos entre los Eliseos. Sólo espero, no se vea contagiado de sus vanos hábitos. - Te explica con calma, y una postura bienintencionada, pese a lo penoso que podían significar tales noticias para ti.
Dicho esto se toma un tiempo para responder a tu segunda pregunta.
- Las hay, y es cauto de su parte consultar por ellas. Está estrictamente prohibido, para todos los vástagos, alimentarse de cualquier persona dentro de los límites de Gentilly. También lo está, y en toda la ciudad, beber de miembros de la policía y el clero. Espero no tenga inconvenientes al respecto. - Las enumera, con firmeza, siendo su influyente voz capaz de tallarlas en tu frente.
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Post by Manfred Van Houten on Feb 8, 2020 2:30:05 GMT -3
Sus ojos se abrieron mostrando su sorpresa por aquella terrible noticia. Sin embargo sí pudo enmascarar su disgusto por la precaria situación en la que parecía encontrarse su clan. Sentía como un insulto la falta de primogénito. Podía creer que, a veces y en ciertas ocasiones, sus compañeros de clan podían no inclinarse a participar de los menesteres políticos más básico y necesarios dentro de la corte, mas que se les quite el privilegio de contar con un representante en la misma era, simplemente, insultante.
—Es una pena que así sea, alteza. Espero que de conseguir probar mi valía me sea brindada la posibilidad de mejorar la imagen que se tiene de mi clan. —solicitó con humildad.
Agachó la cabeza sintiendo cierta humillación. Al parecer no solo tenía que luchar contra rumores sobre su persona, ahora también debía mejorar la imagen de su clan para callar a ciertas arpías que tanto odiaba. No alimentarse de policías y curas no parecía nada demasiado restrictivo. Por su estilo de vida no se cruzaba con ellos, por aun así tomó nota de aquella restricción.
—Ningún inconveniente, mi Señor. Su palabra es ley y su voluntad la mía. —inclinó la cabeza en una pequeña reverencia.
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Zero
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Post by Zero on Feb 8, 2020 3:43:22 GMT -3
- Muy bien. Si no posee otras inquietudes, es libre de retirarse. Le encargaré a uno de nuestros empleados le facilite la locación de los demás Eliseos. - Son sus palabras en pos de cerrar el encuentro, con una inclinación ligeramente positiva.
- Por cierto. - Se autointerrumpe, si no es que lo hace también a tu retirada. - Le notificaré al Alguacil Meyer acerca de su llegada. Seguramente sea citado en la semana entrante, por lo que le recomendaría conservar una agenda libre. - Recuerda mencionar, un detalle seguro de vital importancia para tu nueva labor.
Puedes considerar que tras esta escena, tu Personaje conoce toda la información de lo detallado en la sección de Eliseos, en Ambientación.
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Post by Manfred Van Houten on Feb 8, 2020 14:48:15 GMT -3
Grabó en su mente hacerse tiempo para la semana entrante. Tenía algunas fechas tomadas para sus presentaciones, pero siempre podía hacerse la diva y faltar o llegar tarde sin aviso. Al fin de cuentas no lo hacía por dinero y que desapareciera sin aviso ya era algo que muchos esperaban.
—Muchas gracias por su tiempo, buenas noches. —respondió a modo de despedida y, tras una reverencia, se retiró en busca de la lista de Eliseos. En el elevador se sacudió un par de veces para quitarse los nervios como un perro se quita el agua de lluvia. Poco hizo frente al espejo, la presencia del príncipe era difícil de ignorar, aun más siendo tan sensible como todo buen Toreador.
Una vez terminado los trámites y ya de nuevo con sus pertenencias se tomó varios minutos para emprolijarse antes de salir a la calle. Aprovechó para crear un contacto nuevo en su móvil bajo el nombre de Meyer, dejándolo en blanco y encriptándolo para completarlo cuando el alguacil se pusiera en contacto con él. Le devolvió la forma a su sombrero y se lo colocó, pasando otros tantos minutos frente al espejo para asegurarse estar, como él decía, fabuloso.
—Gracias hermosa. —saludó, con un tono entre amable y coqueto, a la mujer de la recepción que lo había recibido y salió del edificio en busca de su vehículo. Le quedaba mucho a la noche y pensaba aprovecharlo visitando algún lugar de la lista.
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Zero
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Post by Zero on Feb 8, 2020 18:27:16 GMT -3
Podemos dar esta escena por concluída. Apenas pueda me encargaré de abrir una escena nueva para tu encuentro con el Alguacil.
Eres libre de abrir otras escenas tú, mientras tanto.
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