[Refugio] La dama de la foto (cerrado)

No necesitas hacer tirada, ya que Anthony se había encargado de realizar la investigación por ti y otorgarte la dirección del ex hotel. Aparentemente los escombros ya no existen, habiendo una edificación nueva pero mucho más pequeña en altura y humilde en su lugar. Parecía ser una tienda de artesanías, ofreciendo adornos de diferentes culturas y antigüedades según parecía, probablemente dirigida a los turistas. Es muy probable que sean puras chácharas falsas, pero esas cosas siempre venden y hasta ahí llega lo que puedes confirmar a partir de su descripción y reviews en el Maps.

Siguiendo las indicaciones del map, que no resultaron ser del todo precisas pero si lo suficientemente útiles como para identificar el sitio, te encuentras con la llamativa y colorida tienda. Ahora y en primera persona, te daba una impresión bastante diferente que por foto satelital. Si bien no estaba renovado del todo, la zona se notaba cargada de vida nocturna nuevamente.

Recuerda que para activar el amuleto debes dormir con él puesto. Lo cuál, podemos decir que lo hiciste sin problemas.

Inmediatamente un hombre se hace aparecer por detrás del mostrador. Un sujeto de estatura media, algo robusto y ascendencia claramente africana. Debía andar en sus sesentas, aunque se lo veía bastante alegre y poco arrugado, había envejecido bien. Era calvo pero barbudo, barba no tan larga como la de un judío pero prolijamente peinada. Iba bien vestido aunque llevaba una especie de poncho encima.

- Bienvenido a mi tienda joven ¿En qué puedo ayudarle? - Te recibe de muy buen ánimo, una fuerte sonrisa y ambos brazos abiertos. Se despega de la mesa para acercarse a recibirte más personalmente.

Todavía te cuesta mucho percibir colores en las auras, y este sujeto no es excepción. Pero estás bastante seguro de que su aura, sea del tono que sea, irradia una vida y calma característica de la un humano normal.

- Oh... Claro, creo conocerlo, en parte... - Entona de manera ambigua e interesada. - Tal vez si pueda vender una de estas nobles reliquias, mis ancestros permitan refrescarme la memoria. Además, usted tiene pinta de que le fascina lo místico ¿O me equivoco? - Te sonríe de lado y casi guiñándote un ojo, muy charlatán y simpático como todo hábil vendedor.

Hay de todo. Desde objetos teóricamente históricos hasta piezas de gran expresión cultural referente a las viejas comunidades africanas y haitianas, religiosamente hablando. Pero a ti te interesa lo místico, y revisas entre cientos de artefactos de diversas calidades y colores. Instrumentos de percusión, máscaras, atuendos, adornos, amuletos, muñecos... Todo muy relacionado con la cultura del vudú, pero ¿Cuánto de misticismo real podía tener eso?

Sin embargo, hay un objeto que logras notar con tu sobrenatural percepción y sentido del detalle, es bastante particular. Un cráneo, muy bien tallado y pintado con numerosos símbolos de dicha cultura, sólo que... A diferencia de todos los artefactos, este no es un artefacto. Es un cráneo real, perfectamente preservado. Si bien eso no garantiza que posea algo de místico en absoluto, tiene un valor agregado y consideras lo más destacable si es que tuvieses que llevarte algo.

- Oh, veo que tiene un excelente gusto. Enseguida se lo facturo. - Sonríe, simpático y a gusto el negro. Era un artefacto bastante caro para lo que era, pero podías costearlo sin problemas.

Terminada la transacción con entusiasmo, se dispone a observar la fotografía con cuidado. No lo ves muy convencido al respecto.

- Hmm... Eso fue hace unos cuántos años, joven. - Asiente lentamente, impresionado. Aquella joven y bella mujer podía estar bastante cambiada en la actualidad. - Diga... ¿Se acuerda cómo se llama? ¿O algo de ella? - Pregunta en busca de alguna otra pista, haciendo lo mejor por unir puntos en su cabeza.

- Ohh... Eso es mucho más tiempo del que imaginaba, joven. No me diga que... ¿Está buscando a un familiar perdido? - Se atreve a preguntar con algo de sorpresa, pero luego guardando silencio, en señal de respeto y comprensión si no querías responder.

- Me temo que no los he conocido en vida. Harán unos diez años, desde que pude instalar mi humilde templo aquí. - Te explica con una carismática sonrisa, orgulloso de su tienda. - Pero tal vez pueda preguntarle a alguno de sus ancestros, si no a ella misma, si es que ya se han reunido con el Barón. - Ofrece con buena predisposición y uniendo la palma de sus manos.

- Es algo difícil... A veces nuestros ancestros son algo caprichosos. Al igual que los hilos del destino. - Expresa de buen humor, nunca perdiendo el carisma aún cuando se hablaban de cosas tan misteriosas.

- Una pertenencia, algo de ella me ayudaría. Algo de valor afectivo, o emocional. O de algún ser querido, tal vez... ¿Cree tener algo así? - Ofrece uniendo sus manos nuevamente, inclinándose un poco con una larga sonrisa.

- ¿Esto, eh? Bueno, esperemos que nuestra amiga lo reconozca. - Comenta animado, aunque tomando la foto como si tuviera pinzas en lugar de dedo, con mucho cuidado como si de material delicado se tratase. La guarda en un sobre transparente, segura.

- ¿Me ayudaría saber su nombre? ¿O tal vez el del chico de la foto? Nada personal, pero bueno, todo puede llegar a ayudar. Por cierto, la lectura son cinco dólares. - Te explica sonriente y benévolo el negro.

- Oh, bueno. Esperemos... - Algo estupefacto por tu frialdad, pero rápidamente recuperando su tan buen humor.

Inmediatamente se asoma por fuera a la puerta, a ver si había algún otro potencial cliente atraído. Nada. Mira la hora, y da vuelta el pequeño cartel de la puerta por uno de 'Cerrado'. - Esta sesión llevará un poco de tiempo, espero no perder ningún cliente. También puede llegar a parecerle algo... Sensible, depende de cada quién. Si quiere, puede esperar afuera, tomar un café y regresar más tarde o mañana ¿O quisiera participar u observar? Espero no tenga una conexión negativa con ella... Podría ahuyentarla. - Te ofrece, algo emocionado y por demás hablador. Había gente que le daba miedo todo esto de los espíritus así que lo respetaría.

Su aura se ve de un color bastante puro, característico de cualquier mortal normal. Increíblemente y por primera vez, logras notar un tono muy claro en él, siendo su aura teñida de un bermellón. Seguro el hecho de que su actitud alegre fuese tan expresiva ayudaba a hacer evidente el color de su aura.

No hace falta tirar de nuevo. Si quieres observarlo mientras hace... Lo que sea que vaya a hacer, y el color principal de su aura cambia, te avisaré.

- Muy bien. Tan sólo le pido silencio. Nuestros ancestros no han de sentirse perturbados mientras se realiza el ritual. - Te explica con un semblante más serio, pero sin terminar de borrar su sonrisa.

Dicho esto abre una puerta detrás del mostrador, para dar a un pequeño hall y de allí a otra que daba a una sala bastante pequeña. Debía tener un poco menos de 3x3 metros, con muy poco mobiliario y una muy tenue iluminación púrpura, que provenía de un candelabro en el techo. Habían muñecos de tela y lana característicos del vudú colgados por las paredes, así como unos cortos telares con simbologías acordes.

Una vez ambos dentro cierra cuidadosamente la puerta, haciendo un gran eco en el interior. Él toma uno de los telares, colocándoselo como un poncho, y te ofrece un segundo a ti. Luego toma con cuidado la fotografía, y la coloca junto a un par de pequeños bombos antes de sentarse en el suelo con ellos.

Su expresión se vuelve totalmente solemne, dando lugar a unos pocos minutos de silencio, indicando con sus dedos que aguardes también.

Entonces empieza a recitar unas palabras en voz muy baja, como si de un rezo se tratase, y muy lentamente comienza a acompañarse con suaves golpes en su instrumento de percusión. Lo hace por un cierto rato, mientras que tanto sus cánticos como su golpear van in crescendo a medida que continúa. El color de su Aura parece estar cambiando, aunque aún no logras definir su color principal del todo. La tenue llama que alumbraba la capilla, parece alterarse con los bombos y su voz, dándole un toque algo terrorífico.

Sus palabras así como las inscripciones que ves no pertenecen a ninguna lengua que conoces, pero tal vez tu conocimiento general te permita identificar a qué pertenecen.

Puedes tirar Inteligencia + Linguistica.

No tienes ni idea de qué idioma puede llegar a ser. Pero el negro continúa, por un largo rato, totalmente compenetrado en su ritual y fuera de sí. Real o no, tenías que admitir que su ejecución era bastante dramática. Si no era un nigromante seguro haría un excelente actor. Pero más allá de su personalidad, notas que a medida que avanza, cada vez son menos las frases que él suelta, y más los tiempos de silencio, en los que parece tratar de escuchar. Ves que su aura ya se torna más dorada durante estos últimos momentos.

Lo que si reconoces, es que al final comienza a reiterar varias veces una misma frase, en voz baja, como si estuviese citando palabras que no provenían de él, a la par que su tamboreo cesaba...

- Wickfield... Doctor Wickfield... ¿La muerte del Doctor Wickfield? - Repite, algo confuso y ya en un estado mucho más natural, mirándote a ti con algo de confusión, a ver si significaba algo eso para tu persona.

- Es difícil de saber, sin un nombre de referencia. - Te explica, tan enigmático como buen humorado. - Haya sido alguien cercano o la mano del Barón quién nos ofreció una guía... Pero espero pueda encontrar a su ser querido o en su defecto, ofrecerle un buen descanso. - Te desea, uniendo la palma de ambas manos.

Acerca del nombre... No estás muy seguro. No te suena, por ahora.

Los vecinos que viven por allí no son muy predispuestos a recibir extraños a estas horas, pero aún así consigues que alguno que otro te abra y te conteste. Aunque no parecían tener ni idea. Habían muchos turistas, la mayoría afroamericanos, seguramente desentendidos de hechos locales tan lejanos.

Pero también habían algunos locales y tiendas, no muy grandes pero vistosas. La gente atendiendo allí (No toda, habían muchos empleados de vacaciones) parecían ser habitantes desde hace rato. El negro Jafari no era el único explotando a los viajeros por el distrito. Sin embargo, nadie cree reconocer las caras de Anthony o la mujer que lo acompañaba, y apenas unos pocos se acuerdan de que ese hotel alguna vez estuvo ahí.

Hasta que una respuesta útil detiene tu búsqueda. Un puesto pequeño, semiabierto pero firme dando a los muelles, vendía refrescos y bebidas tropicales. Era atendido por una señora de cincuenta y tantos, o tal vez sesentas muy bien crecidos, y una joven voluptuosa de piel africana. La primera observa la muestra, entrecerrando sus ojos tras sus lentes.

- Hmmm... No lo sé. No sé quién sea esta chica, pero tiene cara de prostituta. Créame, sé identificar una de esas víboras cuando las veo. - Deduce utilizando sus sabios prejuicios de una vieja generación, y varias décadas de experiencia. - En mis tiempos solían andar por aquí. Ahora creo que pasean más por Gentilly. Pero créeme, jovencito, no deberías desperdiciar tu juventud con esas zánganas. - Casi regañándote como si fueses un hijo malcriado.

A la vez, la negra se acerca a ofrecerte un trago de jugo anaranjado bien helado. Usa una expresión que no entiendes, probablemente jamaiquina o africana, pero su gesto y sonrisa son claros.